LA RELACIÓN MÉDICO-PACIENTE EN LA ERA DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
“Curar pocas veces, aliviar a menudo, consolar siempre” (Bérard y Gubler, S. XIX)
El impacto del desarrollo tecnológico en el área de salud ha permitido hacer más eficientes los procesos diagnósticos y terapéuticos, la resonancia magnética, con imágenes más nítidas, ha facilitado realizar diagnósticos más certeros, la farmacogenómica nos permite prescribir tratamientos individualizados basados en el código genético de los pacientes, el uso de robots para procedimientos quirúrgicos ha permitido cirugías más precisas y menos riesgosas, pero sin lugar a dudas uno de los avances más significativos en las últimas décadas es el desarrollo de los algoritmos de inteligencia artificial (IA) que permiten obtener diagnósticos en pocos segundos con solo introducir los síntomas en un ordenador, ha contribuido a organizar información, crear rutas críticas y hacen más eficiente la actividad del personal de salud, disminuyendo su carga laboral y centrando su esfuerzo en el cuidado de los pacientes.




Si bien el uso cada vez más creciente de la IA ha tenido un impacto positivo en el desarrollo del área de salud, ayudando en la toma de decisiones médicas, permitiendo el seguimiento y facilitando el trabajo del clínico, es una realidad que no podemos evitar cuestionarnos: ¿serán algún día los médicos sustituidos por sistemas computacionales especializados más eficientes?
Y si la respuesta es afirmativa, ¿qué papel juega la relación médico-paciente ante el surgimiento de algoritmos diagnósticos sistematizados y en la era de la inteligencia artificial?

El uso de Inteligencia Artificial Generativa (AGI= Artificial Generative Intelligence) y los Modelos de generación de lenguaje (LLMs= large language models), son modelos expresivos e interactivos que resultan muy prometedores por su capacidad para aprender a gran escala representaciones de utilidad general a partir de los conocimientos codificados en el ámbito médico. Estos modelos pueden tener varias aplicaciones interesantes en medicina, como la recuperación de conocimientos, el apoyo a la toma de decisiones clínicas, la síntesis de hallazgos clave, la clasificación de pacientes, la atención primaria, entre otros.
Estas cualidades hacen que la IA sea una herramienta prometedora que haya de sustituir, parcial o totalmente, las labores del médico, aun así, la discusión histórica que trata de definir a la medicina entre una ciencia, arte o técnica sólo nos ha llevado a la conclusión que la medicina no guarda secretos, es un simple y profundo acto humano, que consiste en descubrir que “no hay enfermedades sino enfermos” (Dr. Gregorio Marañón , 1887-1960).
La relación médico-paciente es la base en la que se sustenta el quehacer de la medicina, sin olvidar que el elemento fundamental para que esta relación sea fructífera es la confianza. El paciente da el primer paso en este proceso al escoger al médico en quien ha de depositar su salud y el médico responderá estableciendo el diagnóstico con los datos reportados por el paciente (síntomas) y aquellos recogidos mediante la exploración física (signos), se han de solicitar estudios complementarios (laboratorio o imagen) que permiten corroborar el diagnóstico o redirigir el abordaje, toda esta serie de pasos deriva en un tratamiento dirigido que busca la mejoría del paciente.
Hasta este momento el proceso parece sistemático e incluso repetitivo, actividades que pueden ser fácilmente reproducidas por un sistema automatizado, sin embargo, no debemos olvidar que en esta relación se encuentran involucradas las voluntades de dos individuos que han de formar un contrato no escrito, por un lado el médico quien pone su deseo de ayudar, su competencia profesional y sentido de responsabilidad, y por el otro el paciente, quien comparte sus miedos, angustia y dolor, ambas personas persiguen fines distintos – alcanzar el bienestar (el paciente) y la autorrealización (el médico)- pero que deberán trabajar juntos para alcanzarlos.
Se trata de un pacto entre personas, basado en la confianza mutua, un contrato que se puede rescindir si una de las partes considera que la otra no es capaz de llevar a cabo la acción terapéutica. Es un acto libre y que por sus repercusiones compromete la existencia del paciente. En la relación médico-paciente, el médico debe estar consciente que quien acude a consultarlo no tiene daño solamente de un órgano o sistema, sino que enferma de manera integral, debemos reflexionar que enfermar conduce a sufrir, por esta razón no debemos olvidar que «el médico pocas veces cura, algunas sana, pero siempre debe consolar«.

Si bien la relación médico-paciente ha existido siempre, en la actualidad su razón de ser se encuentra en duda, el uso excesivo de métodos diagnósticos y de tratamiento parecen ser el paradigma de la medicina moderna. No obstante, estos procedimientos deben enriquecer los recursos del médico, sin sustituir el poder terapéutico de una buena relación, su uso indiscriminado y sin criterio clínico pueden hacer que olvidemos que objetivo principal de nuestra profesión, buscar el bienestar del enfermo. El papel de la tecnología en el área de salud es difícil de calcular, pero no cabe duda que ha influenciado en la práctica médica.
Es evidente que la relación médico-paciente es el encuentro de dos confianzas sin las cuales el ejercicio de la medicina sería imposible, sin embargo, es una dinámica humana que en la actualidad no se puede simular, reproducir o igualar por algoritmos computacionales de IA , que va más allá de diagnosticar o tratar enfermedades, se centra en la «voluntad de ayudar y dejarse ayudar». Esto hace que la relación médico-paciente siga siendo vigente, vital e indispensable en el acto médico.
No sabemos si en el futuro existirán las herramientas tecnológicas que sustituyan al médico, pero al menos al día de hoy, » la medicina viene a ser la ciencia y el arte hermanados para aliviar el sufrimiento humano, que de seguro no es meramente corporal, sin que sea ella la que lo hace, sino un intermediario, un instrumento suyo que se llama Médico». (Dr. Fernando Sánchez Torres, 1995)
Referencias
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